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domingo, 13 de noviembre de 2011

Shelter

Es extraño convivir con tantos jóvenes toda la semana. Me llenan de energía y al mismo tiempo me he vuelto un híbrido entre alguien a quien pueden admirar, una consejera, una mamá y hasta el paño de lágrimas de sus acercamientos a la dolorosa vida amorosa…

El año pasado descubrí que el mundo de los niños es el mejor que existe, pues su imaginación y su manera de percibir el mundo son maravillosos. Pero este año que en definitiva, estoy trabajando con los chicos de la secundaria, me he llevado muchas sorpresas.

Ahora ya son 24 chavos entre los tres grupos, de los cuales 10 presentan alguna “discapacidad intelectual” y la pongo entre comillas porque no es una barrera para que no se desarrollen en otros ámbitos. Este año me tocó darles una clase baile, el objetivo es enseñarlos a bailar, pero también a que socialicen y desarrollen habilidades físicas. Hasta ahora ha sido una sorpresa.

Siempre he pensado que el baile libera, nos hace desprendernos de nosotros para llevarnos al deleite de simple hecho de sentir la música y mover nuestros cuerpos. El baile nos eleva, nos desprende quizá hasta de nosotros mismo y también nos pone retos y nos enorgullece de poder sentir algo de manera diferente y expresarlo con el cuerpo.

El viernes pasado un chico de 16 años, que es uno de mis chicos especiales, me sorprendió de sobre manera en la clase de baile. Como tenemos dos horas para bailar, lo cual es mucho tiempo cuando están tan llenos de energía y la maestra ya está cansada porque es viernes… Resolví darles una hora de calentamiento, hacemos un poco de técnica de ballet y de danza contemporánea o yoga. Así que el chico L hizo un salto impresionante, emocionada por lo que vi, le enseñé algunos altos y vueltas y como es alto y delgado, llenaba el espacio del salón. Fue una gran experiencia porque el chico L quizá solo termine la secundaria, será muy difícil para él terminar la preparatoria, pero físicamente es muy hábil y eso significa que puede ser bailarín o jugar algún deporte, algo diferente que no sea la escuela y que lo haga feliz.

Entre ese descubrimiento y otras cosas que han sucedido, miércoles pasado en clase de inglés pasó algo que se me hizo propio de la adolescencia.

Los miércoles tengo tres horas seguidas con el grupo de tercero, es el día más pesado de mi semana, porque tanto ellos como yo terminamos el día cansados de vernos tanto tiempo… Tenemos una hora de historia y dos de inglés… Así que los miércoles una de las horas de inglés la ocupamos para escuchar una canción. Ellos llevan una canción, la letra y hacemos una actividad.

Mi alumna N es fan de The XX como yo, así que ella llevó la música y yo preparé la actividad con la letra de la canción que se titula Shelter. La canción es melancólica, la letra es triste y la música me encanta. El punto es que en un momento de la canción, mi alumno E comenzó a llorar, pero a mares y con mucho sentimiento, a él le quería seguir A y las chicas que al final de cuentas se controlaron, menos G que es de acción retardada porque lloró al final de la clase… Cuando eso sucede en un salón en donde nueve adolescentes se sensibilizan de esa manera, no hay más que quedarte don ellos, sobre todo con el que comenzó a llorar primero, tomarlo de la mano y reconfortarlo…

Buenas experiencias, me recuerdan a lo que de alguna manera ya viví…

Aquí Shelter….

http://youtu.be/UfTfHTUUee4