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lunes, 17 de septiembre de 2007

La muerte de Marat...

Jacques-Louis David, es un pintor francés, llamado el padre del neoclasicismo francés que es un estilo pictórico que retoma los trazos y alegorías del arte romano (el neoclasicismo es un término que nació en el siglo XIX, es una forma de denominar a un movimiento estético que reflejaba las artes intelectuales de la Ilustración, esta totalmente inspirado en observar las artes romanas e inspirarse en ellas).
David es el autor de la famosa pintura La muerte de Marat. Este pintor participó activamente en la Revolución Francesa, estaba a favor de los republicanos y muchas de sus pinturas apoyan el régimen republicano, como por ejemplo: Los lictores llevan a Bruto el cuerpo de sus hijos, esta pintura representa a Lucio Junio Bruto, el líder romano, lamentándose por sus hijos. Los hijos de Bruto habían intentado derrocar al gobierno y restaurar la monarquía, así que el padre ordenó su muerte para mantener la república. Así, Bruto resultaba ser el heroico defensor de la república, aunque le costase su propia familia. A la derecha, la madre sostiene a sus dos hijas, y la abuela se ve en el extremo derecho, angustiada. Bruto se sienta a la izquierda, solo, melancólico, pero sabiendo que lo que ha hecho es lo mejor para su país. Toda la pintura era un símbolo republicano, y obviamente tuvo un inmenso significado en aquellos tiempos en Francia. (Para mayor información se puede buscar el nombre de Lucio Junio Bruto, que es considerado el padre de la república romana).

Los lictores llevan a Bruto el cuerpo de sus hijos

David, hizo muchas pinturas importantes para la época, por mencionar algunas se encuentran: El rapto de las Sabinas, Napoleón Cruzando los Alpes y La Coronación de Napoleón. En lo particular, me gusta mucho La Muerte de Marat, es muy real, además tiene la siguiente historia: Marat, periodista y parlamentario revolucionario, y amigo de David, fue asesinado el 13 de julio de 1793 por la girondina Carlota Corday*. David organizó un funeral espectacular por la siguiente razón: Marat al morir en una bañera, David quería que el cadáver estuviera sumergido en la bañera durante la procesión funeraria, pero el cuerpo había comenzado su estado de descomposición. En lugar de ello, los restos de Marat fueron periódicamente rociados con agua cuando la gente iba a ver su cuerpo lleno de heridas enormes. La muerte de Marat quizá sea la obra de David más conocida y una de las más sensibles pues el grado de realismo, junto con el fondo oscuro y los tenues colores propios del neoclasicismo, le da una atmósfera de dolor y sufrimiento.
El siguiente es un relato que encontré en una de las muchas páginas de Internet, que tontamente cerré sin fijarme en la referencia, no sé que tan fidedigno sea el relato, pero se encuentra en el libro llamado Historia de los Girondinos, después busqué en la famosa Wikipedia y encontré el mismo fragmento:

“Descendió del coche en el lado opuesto de la calle, frente a la residencia de Marat. La luz comenzaba a bajar, especialmente en ese barrio oscurecido por altas casas y por estrechas calles. La portera, al principio, se negó a dejar penetrar a la joven desconocida en el tribunal. A pesar de ello ésta insistió y llegó a subir algunos peldaños de la escalera bajo los gritos en vano de la portera. Con este ruido, la ama de llaves de Marat entreabrió la puerta, y se negó a la entrada en el apartamento de la extranjera. El sonoro altercado entre ambas mujeres, en el que una de ellas suplicaba que la dejaran hablar con el "Amigo del pueblo" y la otra se obstinaba en cerrar la puerta, llegó a oídos de Marat. Éste comprendió, por las entrecortadas explicaciones, que la visitante era la extranjera de quien había recibido dos cartas durante la jornada. Con un grito fuerte e imperativo, ordenó que la dejaran pasar.
Por celos o desconfianza, Albertine obedeció con repugnancia y entre gruñidos. Introdujo a la joven muchacha en la pequeña habitación donde se encontraba Marat, y dejó, al retirarse, la puerta del pasillo entreabierta para oír la menor palabra o el menor movimiento del enfermo.
La habitación estaba escasamente iluminada. Marat estaba tomando un baño. En este descanso forzado por su cuerpo, no dejaba descansar su alma. Un tablero mal colocado, colocado sobre la bañera, estaba cubierto con papeles, cartas abiertas y escritos comenzados. Sostenía en su mano derecha la pluma que la llegada de la extranjera había suspendido sobre la página. Esa hoja de papel era una carta a la Convención, para pedirle el juicio y la proscripción de los últimos Borbones tolerados en Francia. Junto a la bañera, un pesado tajo de roble, similar a un leño colocado de pie, tenía un escritorio de plomo del más grueso trabajo; fuente impura de donde habían emanado desde hacía tres años tantos delirios, tantas denuncias, tanta sangre. Marat, cubierto en su bañera por un paño sucio y manchado de tinta, no tenía fuera del agua más que la cabeza, los hombros, la cumbre del busto y el brazo derecho. Nada en las características de este hombre iba a ablandar la mirada de una mujer y a hacer vacilar el golpe. El cabello graso, rodeado por un pañuelo sucio, la frente huidiza, los ojos descarados, la perilla destacada, la boca inmensa y burlona, el pecho piloso, los miembros picados por la viruela, la piel lívida: tal era Marat.
Charlotte evitó detener su mirada sobre él, por miedo a traicionar el horror que le provocaba a su alma este asunto. De pie, bajando los ojos, las manos pendientes ante la bañera, espera a que Marat la interrogue sobre la situación en Normandía. Ella responde brevemente, dando a sus respuestas el sentido y el color susceptibles de halagar las presuntas disposiciones del demagogo. Él le pide a continuación los nombres de los diputados refugiados en Caen. Ella se los dicta. Él los escribe, luego, cuando ha terminado de escribir esos nombres: "¡Está bien! ¡Dicho con el tono de un hombre seguro de su venganza, en menos de ocho días irán todos a la guillotina!"
Con estas palabras, como si el alma de Charlotte hubiera estado esperando un último delito para convencerse a dar el golpe, toma de su seno el cuchillo y lo hunde hasta el mango con fuerza sobrenatural en el corazón de Marat. Charlotte retira con el mismo movimiento el cuchillo ensangrentado del cuerpo de la víctima y deja que caiga a sus pies, "¡A mí, mi querida amiga!", y expiró bajo el golpe.
Charlotte Corday detenida, protegida de la furia de la turba, fue transportada a la Abbaye, la prisión más cercana a la residencia de Marat, para indagación e interrogatorio. Se encontró, entre otras cosas, bajo sus prendas de vestir, una hoja de papel doblada en ocho partes en la que había sido escrito:

Dirigido a los franceses amigos de las leyes y de la paz.

¿Hasta cuándo, oh malditos franceses, os deleitaréis en los problemas y las divisiones? Ya bastante y durante mucho tiempo los facciosos y bribones han puesto su propia ambición en el lugar del interés general; ¿por qué, víctimas de su furor, se han destruido a ustedes mismos, para establecer el deseo de su tiranía sobre las ruinas de Francia?
Las facciones estallan por todas partes, la Montaña triunfa por el crimen y la opresión, algunos monstruos regados con nuestra sangre conducen estas detestables conspiraciones... ¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que el que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad! ¡Oh francés, un poco más de tiempo, y no quedará de ustedes más que el recuerdo de su existencia!»

Charlotte Corday muere en la guillotina el 17 de julio de 1793 .

La muerte de Marat

*Marie Anne Charlotte Corday d’ Armont, recorda por la historia como Corlota Corday o Charlotte Corday, fue una mujer que formaba parte de los Girondinos, que es un grupo moderado federalista formado por diputados procedentes de Gironda.



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