All you need is love...

jueves, 17 de febrero de 2011

Desde hace unos meses...

... tengo una terrible adicción al azúcar... Será muy grave? Pero disfruto tanto comer azúcar que es un pequeño, simple y mundano placer...

sábado, 12 de febrero de 2011

La muerte del Señor Bichín.


Era miércoles. Serían como las 9:30 de la mañana y los niños de 1ro de primaria entraron al salón con sus libros de inglés y sus botes con sus colores, listos para aprender inglés (ajá). Ese día hicimos una actividad acerca de un valor que viene en su libro que era: Let’s play together, que es una historia que ejemplifica que jugar con otros niños es más divertido. Les repartí una hoja y tenían que hacer un dibujo acerca de los juegos a las que jugaban con sus amigos.

Todos estaban trabajando muy bien, porque si una cosa les encanta es hacer dibujos, cuando A estaba platicando con D del Señor Bichín. Entonces A mantenía un debate intenso con D sobre dicho personaje, tanto era el alboroto y el tono de voz taaan alto en el que hablan A y D que se metió O, E, otro D, M, R y derepente todos estaban viendo al Señor Bichín sobre la mesa, menos yo. E tomó al Señor Bichín y lo puso sobre su dibujo, asustado A, comenzó a decirle que el Señor Bichín era su amigo y que tuviera cuidado de no lastimarlo, D le decía a E que el Señor Bichín también podía ser amigo de todos y que era un bicho. A se molestó, dijo que el Señor Bichín era su amigo y pude ver que como tal lo defendía.

Entonces J hizo un comentario que los metió en la realidad y a nadie le gusto, dijo que el Señor Bichín era un bicho y que había muchos bichos y de además no existía. Entonces el otro D tomó al Señor Bichín entre sus manos lo tiró al piso y lo pisó repetidas veces… A dijo: ¡Nooooo! Comenzó a gritar diciendo que el otro D había matado al Señor Bichín. “Tú lo mataste” le repetía A al otro D mientras comenzaba a llorar desesperadamente. D comenzó a culpar al otro D de matar al Señor Bichín.

Mientras A lloraba inconsolable, J volvió hacer un comentario puntual y le dijo: “El Señor Bichín no existe. Los amigos imaginarios no existen.” En ese momento yo me quedé pasmada en frente de todos ante las palabras de J. R comenzó a decir lo mismo que J y se le unieron M, S, D y otros. D seguía insistiendo en culpar al otro D de la muerte del Señor Bichín. Yo no sabía entonces si el Señor Bichín para ese momento era verdad o mentira, así que estaba impresionada y A seguía llorando. El otro D le dijo a A que el Señor Bichín era un bicho cualquiera, que se podía conseguir de nuevo. A volvió a gritarle, que el El seÑor Bichín no era un bicho, era un bicho muy especial y que no se podía conseguir otro porque él era su amigo. Entonces J, con toda su razón, dijo: “A, el Señor Bichín es una hormiga y las hormigas están en todos lados, puedes atrapar una de nuevo.” A por supuesto, le dijo a J que el señor Bichín, no era una hormiga, era un bicho, sí, pero especial y que además la había encontrado en su pantalón.

En ese momento, vi la hora y ya casi terminaba la clase, entonces les dije que les quedaban pocos minutos y que por favor se apuraran para hacer sus dibujos que tanta calma les generan. Por unos minutos todos se concentraron y me fueron entregando sus trabajos. Al final A se calmó y se fue a su salón, pero hasta el final se quedó el otro D y E. Llegó el momento de entregarme sus dibujos. D y E toman sus libros y botes y al salir le pregunta el otro D a E: “¿Dónde crees que pueda en contar otro bicho, una hormiga?” Y le contesta E: “No lo sé, en el patio de atrás a lo mejor. Allí hay bichos”

Para Don Kiko...

Desde noviembre me enteré que venía. Me causó un gusto enorme saberlo. Quería llevarlo a una cantina y a caminar por la ciudad. Me dio tanto gusto que quería quedarme en la ciudad para asegurarme de que estaría libre para poder estar con él.

Creo que fue el 26 de diciembre, que sonó el celular y era él. Ahí estaba, era su voz. Lo vi esa misma noche y no lo podía creer, siempre que viene una visita de Londres se me hace muy raro verlos aquí en la ciudad, es como un sueño extraño. Pero ahí estaba, solo me quedaba mirarlo y saber que era él.

Siempre queda la sensación de que cuando te vas ya no volverás a ver a los que quieres, a los que aprecias, pero ahí estaba, enfrente de mí, con su familia y sus amigos, compartiendo una mesa, una cena y por supuesto una copa de vino tinto.

Al día siguiente fuimos al Zócalo, caminamos por Juárez en busca de libros, por Madero entre el montón de gente, nos tomamos una cerveza y comimos algo en el Salón Corona, llegamos al Zócalo y caminamos hasta el Hotel de la Cuidad de México donde nos encontramos con mi querida Stella, María y Verónica.

Lo volví a ver hasta el año nuevo y es ahí donde sentí la terrible pesadez que causan las despedidas… El día que lo vi, por la tarde partía de vuelta a Londres… Aun así, nos dio tiempo de ir en busca de CD’s y buenas películas a la Zona Rosa y de tomarnos una última cerveza y él un último tequila… Lo que más he disfrutado de esta amistad, es la plática de todo un poco, de política, de las simplezas de la vida, preguntar por los que están allá y mandar saludos a los indispensables… Así fueron los últimos momentos.

Se llevó unas tesis, una para Fedor, la de él y otra para que la muestre a quienes me ayudaron a tan bello trabajo que nunca voy a dejar de agradecerles el resto de mi vida por su ayuda, confianza y amistad.

Se fue como a las 5:30 de un 7 de enero con un poco de estrés porque el carro no arrancaba… Me fui caminando por Tonalá, sentía la tristeza de la despedida, los ojos estaban llorosos porque me trajeron muchos recuerdos. Stella y Don Kiko, me recibieron en su casa, me dieron trabajo y amistad… verlos partir me causó una tristeza inmensa, pero también el gusto de volverlos a ver una vez más…

Gracias de nuevo por todo Don Kiko…