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martes, 17 de abril de 2007

Tres semanas en México.

México me recibió lluvioso. Llegué a la Cuidad de los Palacios llena de sentimientos tristes. La verdad es que no entendí bien que había llegado a mi país después de casi 18 horas de vuelo, solo estaba cansada, pero entre mi cansancio, la emoción de ver a mi familia, comerme unos tacos de bisteck a la mexicana y una cervecita que me dieron para dormir bien, me regresó un poco el alma al cuerpo.
Que pensar o decir de México, realmente no hice mucho, solo vi mucha televisión y me di cuenta que sigue igual o más estúpida y manipuladora que antes, me encontré con el famoso día del taco, telenovelas viejas y nuevas, series gringas, concursos, también mis sobrinos me pusieron al tanto de las caricaturas de moda, etcétera… En la política, ni que hablar, un mediocre debate acerca del aborto, marchas en contra, marchas a favor y una Semana Santa a la que la iglesia le impuso el sello anti-aborto declarando este año: El año del niño; la ley del ISSSTE y las marchas causadas, así como los predios expropiados, siempre dan la impresión de que el país esta hecho un caos. Pero no todo es malo, un viajecito que realicé a Querétaro, específicamente a Tequisquiapan donde conocí a una banda cien por ciento de Tamaulipas, que va y viene del Gringo como si fueran a otro estado de la república, un grupo de mujeres con y sin dignidad ante las desgracias del amor, unas cuantas cervezas, tequilas y las delicias de los tacos de guisado del mercado, hicieron del viaje un buen lugar para despejar la mente. Tuve bastantes orgasmos culinarios pues la comida alivió mis penas, entre las gorditas de chicharrón y los tamales hubo grandes momentos de felicidad. Así también me tocó ser testigo de la alegría que invadió a la Cuidad con las chilango-beach y su lleno total a las que por desgracia no pude asistir, pero hubiera sido bueno.
Sin lugar a dudas México, como dijo Luis Buñuel, es el país más surrealista del mundo, es único, se vive, se respira, se siente, como cuando por las noches se escucha un sonido lejano, el motor que mueve a la cuidad, que vibra y arrulla. En definitiva: como México no hay dos. Muy amable se portó y me despidió con un día muy hermoso, absolutamente soleado y lleno de buena vibra.

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