El fin de semana pasado me quedó muy claro que no me podía
quedar en la casa todo el fin de semana. No es sano.
Desde niña, sobre todo los sábados, pero sobretodo los domingos
eran tardes de películas. Veía con mis padres la programación de películas del
canal 9, las películas de la época del cine de oro mexicano, por eso las
aprecio y soy gran fan de muchas de ellas.
En la secundaria tomé
el gusto por ver muchas películas, me quedaba hasta tarde viendo las películas
del canal 11 ó 22. Me gustaba ver historias de otros países, la complejidad de
las vidas de los personajes. Aun no conocía el concepto de “cine de arte”, pero
me gustaba ver reflejados sentimientos de ira, pasión, amor, desamor, pobreza,
soledad, y muchas otras realidades en aquellas películas.
Creo que a lo largo de mi vida, he visto más películas que
leído libros, que igual me gustan y disfruto, pero el cine tiene una magia
especial. Dice Luis Buñuel, en sus memorias, Mi último suspiro, que cada vez que entramos al cine nos disponemos
a la hipnosis de la oscuridad y ver reflejadas la pantalla imágenes que nos
cuentan algo. Dice Riera, el escritor de 100
años de cine mexicano, que “el cine es mejor que la vida”. No lo sé, a
veces pensaba que así era y quizá, así es.
En la universidad, cuando estaba la muestra internacional de
cine, juntaba 15 pesos diarios de los 10 días que duraba la muestra y lograba
ver la mayoría de las películas. Asistía a los ciclos de cine de diversos temas
y ahí fue donde disfrutaba ver el cine sola. Algunas veces entrabamos una bola
de compañeros y otras, cuando nadie podía, entraba yo y disfrutaba la magia, la
hipnosis.
La vida me puso en el camino a un compañero que disfruta el
placer del cine de la misma manera que yo. He visto muchas películas al lado de
Ugalde, muchas. El recuerdo más claro de un tiempo en el que ver películas se
volvió fundamental, es cuando estuvimos
en Birmingham y a causa del invierno desde las 5pm, cuando ambos llegábamos del
trabajo, nos disponíamos a ver películas. Algunas veces las bajábamos de
internet y otras las comprábamos. Muy claro tengo el recuerdo de haber
terminado en llanto total, los dos, cuando vimos Cinema Paradiso. Siempre nos
unió el cine, hasta ahora, aunque no lo hagamos juntos. Una vez, discutimos.
Así que propuse ir a la Cineteca y vimos dos películas. El ánimo cambia, cuando
vez historias muy tristes o muy graciosas o reflexivas que logran cambiar los
humores. He llorado muchas veces con él en el cine, mientras las historias
reflejan una situación extremadamente conmovedora.
Hoy, tomando en cuenta que estar sola en casa no es sano.
Comencé la búsqueda en internet de la
página de la Cineteca Nacional. Y a las 5pm salí con rumbo a Coyoacán a ver
películas. No encontré boleto para Preludio, pero si para El Cielo Abierto y
Sugar Man. Volví a disfrutar el cine sola. Igual que antaño. Pero en esta
ocasión, fue diferente. En las más de 4 horas que pasé ahí, estuvo presente mi
compañero. Todo el tiempo.
El Cielo Abierto habla sobre la teología de la liberación en
tiempos de la guerrilla en El Salvador y de la actuación de Monseñor Arnulfo
Romero y un grupo de sacerdotes que se emanciparon junto con el pueblo. Cuando terminó,
tenía mucha hambre, así que fui a comprarme un café moka (que estaba
extremadamente dulce) y un cuernito (normal, pero muy caro!) Mientras esperaba
Sugar Man. Esta última, es una excelente película, me gustó mucho. Trata sobre
la vida de un cantante de Ditroit, EU, llamado Sixto Rodríguez. La música y la historia son muy buenas.
Mientras la veía, me vi ahí, sentada en la tercera fila, en el primer asiento de izquierda a
derecha, completamente sola y añoré desesperadamente la presencia de mi
compañero… Tuve la oportunidad de verla con él, pero así es la vida algunas
veces, como en las películas… un tanto triste y compleja.
Mañana comenzará mi andanza al reclusorio… Será otra
experiencia… estoy segura.
PD. Para mi compañero...
http://youtu.be/WGESrgMDm5k
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