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miércoles, 18 de julio de 2007

Mujeres enlutadas...

Desde que llegué aquí, me sigo preguntando que hay que decir acerca de las mujeres musulmanas, las he observado por todo este tiempo. La primera vez que reflexioné acerca de ellas fue cuando, tenía como cuatro días de haber llegado aquí y fui al centro sola y al dar la vuelta en una calle, estaba una de ellas, con el viento se le levantaron todos sus velos y me ocasionó un poco de susto, su vestimenta totalmente negra que apenas deja una pequeña ranura por donde se asoman unos ojos bellísimos en algunas, hizo que me preguntara en la extrañeza que causan. Después las he observado porque algunas supongo que son ortodoxas y su atuendo es todo negro, completamente cubiertas por un vestido gigante, solo se les peden ver los ojos, ni una curva, ni siquiera su caminar, hay algunas que supongo no son ortodoxas, pues los velos de la cabeza al igual que el vestido son de colores, a ellas se les puede ver el rostro y en algunas mujeres jóvenes que ya usan pantalones de mezclilla, su manta de la cabeza puede hasta parecer un accesorio a la moda, más que una cuestión religiosa. Y es muy extraño verlas caminando por el centro comercial y observan la ropa, la tocan, la compran y es más impresionante cuando entran a las tiendas de lencería. Realmente me fijaba en que la vanidad de la mujer va siempre más allá de la religión. No sé si sientan feo vestirse así, supongo que no, quizá algunas sí, las jóvenes, pero sus velos no permiten que los demás observen los movimientos que el viento ocasiona al volar el cabello largo de una mujer, que creo siempre es un muy femenino y evocador. Esta vez que fuimos a Londres, vimos a unas musulmanas de mucho dinero, iban delante de nosotros en una de las calles en donde se ubican las tiendas de ropa de diseñador y las tiendas de diamantes, son tiendas muuuy caras. Iván y Juan nos explicaban a Lilia y a mí que sus esposos son millonarios dueños de pozos petroleros, que obviamente ellas tenían el dinero para comprar en Channel o diamantes. Obviamente sus vestidos largos y negros no eran como las del común, pues estaban bordados y Lilia y yo estábamos impresionadas, pues dejaban a su paso un olor a perfume fino y como íbamos detrás de ellas nos dimos cuenta que entraron una tienda de diamantes. De verdad que impresión. Pues aun y con todo el dinero que tengan, siempre van caminando unos cuantos pasos detrás de sus esposos, no se tocan para nada y así traigan puesto debajo de su enorme manta un Jhon Galiano, no lo pueden presumir en la calle. Lo entiendo y lo respeto, finalmente es cultural.
En contra parte he caminado por la universidad de Birmingham, he ido a los pubs o simplemente he estado en Londres y he observado a las inglesas y a las mujeres de otros países que nada les impide ponerse una falda corta con un gran escote, ahora en verano la mayoría usan shorts con zapatillas y vuelvo a darme cuanta que la vanidad de las mujeres es fuerte y pocas veces se deja vencer.

La que ven debajo es la foto de una musulmana de mucho dinero, la que se metió junto con otra a una tienda de diamantes, no pude tomar la foto de frente, creo que sería una falta de respeto y la foto no es buena pues estábamos en movimiento, pero sirve para ejemplificar lo que platico. Esto no es una cuestión de crítica, simplemente es la capacidad para impresionarme de lo que es diferente y respeto hacia otra cultura incomparable a la de nosotros. Y este relato se titula de esa manera por un libro de Agustín Yañez titulado Al filo del Agua, que en sus primeras páginas describe a un pueblo en donde las mujeres parecen enlutadas al estar cubiertas con sus rebozos y está implícito el miedo y la impresión de ver a unas mujeres serias, rezando, que causan miedo.


1 comentario:

Yo dijo...

No manches aca en Bangkok con 35 grados igual andan tapaderrimas, ya te fijaste en sus tatuajes de las manos? Estan increibles, neta parecen porcelanas. Un beso...