BARCELONA

Llegamos a Barcelona, en un tren de primera clase, muy bonito y muy confortable, quizá perfecto, si no hubiera sido por nuestros vecinos de asiento que eran cubanos de Miami y que hicieron gala de su estupidez. Aun así llegando tomamos el metro y nos recibe un asaltante que estuvo cerca de robarle la cartera a Gustavo, desde ahí, hubo quizá cierto nerviosismo, pero llegamos a las Ramblas, que es un camellón lleno de gente y de fiesta, no pudimos ver mucho, era de noche y el viaje nos dejó cansados. Al día siguiente salimos muy temprano, nos tomamos un café en el Mercado de la Boquería, que nos dio mucha emoción encontrarlo, olía a verdura fresca. No hacía frío, y el sol estaba contento. Caminamos directo al mar, vimos el Mediterráneo, y me gustó, es de un azul profundo y quizá sea porque me gusta el mar, pero pienso que donde hay mar hay buena vibra. Caminamos hasta llegar al Barrio Gótico, nos encontramos con verdaderas bellezas arquitectónicas. Buscamos la Sagrada Familia y me impresionó, es bellísima y a pesar de que en mis clases de arte nos habían mencionado que no estaba terminada, no pensé que fuera a tal grado, solo está hecho como un 40% de la iglesia, pero es de un arte extraordinario.
Después vimos algunas obras de Gaudí y algunas calles, hasta que recibí la noticia, de que mi madre había fallecido, a partir de ese momento no me queda muy claro que hicimos bien, solo sé que me refugié en una iglesia por una hora, después a Barcelona la olvidé. Solo recuerdo que pudimos obtener algunos productos mexicanos en el Mercado de la Boquería, de los cuales, hasta hoy queda un chorizo delicioso. Recuerdo también las Ramblas de noche, con mucha gente, vendedores de cerveza africanos, tanto la cerveza como ellos ilegales, a las prostitutas y los travestis.
Hubiera querido que fuera diferente, pero no lo fue, solo sé que ella estuvo ahí, se despidió de mí y quizá vimos el mar Mediterráneo juntas…